martes, 12 de abril de 2016

Tetris homo sapiens


Nuestro juego comienza frente al altar metálico “escenario” el lugar desde donde el nuevo sacerdote, un DJ que dirige la ceremonia al Dios de la música y el espacio-tiempo. Los fans más osados y apasionados se instalan en primera fila.

Los feligreses se acercan, entes solitarios, parejas, grupos con formaciones dispares, se alinean en polígonos irregulares, cuyos vértices son las almas unidas por el sonido. Algunos se destacan por vestimentas atípicas: disfraces de tiburón, máscaras de venado, pandas, un hombre-coyote; sombreros de recolectores de arroz, sombreros de copa que emulan a Lincoln, tejanas aterciopeladas, bombines, y sombreros de playa.

Pero la mayoría de los que se reúnen en el tablero a jugar, son tan bizarros y únicos que se vuelven comunes; masas hermosas que cantan y se contonean bajo ritmos sintéticos. Se juntan, como piezas de tetris, llenando los espacios, formando líneas.

Para comulgar están las pelotas, enormes esferas plásticas, que se mueven de aquí para allá, impulsadas por brincos, palmas, golpes; un simple juego, en el que participamos todos.

Cuando por fin se ha reunido la masa, el escenario se santigua, de los altavoces emana una energía mística que viaja en ondas por el aire y los cuerpos, haciendo vibrar los huesos y explotar los oídos.
Con el viento se esparce hielo seco, el nuevo incienso que purifica el espacio, al llegar al público, se combina con aromas de cigarros de tabaco y mariguana, con olores corporales. Fluye en nubes iluminadas por láser verdes y rojos.

Las luces se mueven al ritmo de los sonidos, y embriagan el sentido de la vista con su intensidad, destellos, siempre intensos.

Si tomas un respiro y te alejas de la masa; caminas con esfuerzo entre los danzantes, hasta un remanso a las orillas, ahí aun se aprecia el momentum, puedes ver al “duende en el escenario”; pero a esa distancia vuelves a tomar conciencia de tu yo, y entonces aprecias el espectáculo de una forma diferente.

Observas como las luces del escenario no han opacado el brillo de las estrellas, que gracias a una noche despejada se pueden apreciar. Distingues a Casiopea, la Osa mayor u alguna otra constelación. 

Tomas aire, y distingues al dios en tu interior, y a ese Dios conjunto que se agita en la música, los fans, las luces e incluso en la electricidad que todo aquello requiere para funcionar.

Una revelación te dice que es el mismo Dios el de las estrellas, el del pasto bajo tus pies; las luces y la personas reunidas frente a ti, se transforman en imágenes de electrones, de partículas elementales, ves la electricidad en ellas, en ti. Incluso te parece percibir levemente el espacio, y la interacción de los cuerpos bajo la gravedad.

La música te lleva a un máximo, y vuelves a distinguir que sigues entre la masa, eres un cubo en las líneas centrales, eres de color amarillo, y has rellenado un espacio.


Eres parte de la línea, estas enmedio, eres masa; bailas. Lanzas un grito de júbilo.

miércoles, 11 de febrero de 2015

Radio Reportajes

Algunas de mis colaboraciones en el IMER; la investigación y guión son míos con las voces de Jessica Leal, Adria Asebes y Ana María Muñóz, estos reportajes los pueden checar en mi otro blog LibélulaBOX